Filo:: Cordado
Sub-filo: Vertebrado
Orden: Carnívoro
Clase: Mamífero
Familia: Felidae
Género: Panthera
Especie: Leo
]Los leones son los mayores felinos del África, pudiendo llegar a pesar más
de 200 kilogramos. Su rugido puede oírse a ocho kilómetros de distancia. Su
longitud corporal es de 2,25 a 2,85 mts., y la altura hasta la cruz de 85 a
110 cms. Su hábitat natural es la sabana, aunque también se los puede
encontrar en desiertos y bosques. La característica más peculiar de estos
animales es la melena de 25 cms. de largo que poseen los machos,
cubriéndoles la cabeza, el pecho y la nuca. Son los únicos felinos
sociables. Viven en manadas que pueden constar de 7 a 25 miembros. Las
hembras de la manada están emparentadas entre sí, y permanecen toda su vida
en el mismo territorio en que nacieron. Los machos adultos son líderes y
protectores de la manada, y pueden ser parientes o simples aliados. El
tamaño del territorio depende de la disponibilidad de agua y la abundancia
de presas.
Los leones se comunican a través de su olor, el lenguaje corporal y los
sonidos vocales, que van desde simples ronroneos hasta potentes rugidos. Se
acarician frotándose mejilla contra mejilla o colocando uno la cabeza bajo
la barbilla del otro. Disfrutan bastante del contacto físico, como puede
notarse a la hora en que se echan a dormir muy cerca el uno del otro. Las
constantes lamidas no sólo sirven para asearse mutuamente, sino también
para fortalecer el vínculo entre los miembros de la familia.
Uno de los aspectos más misteriosos de estos felinos es el hecho de que las
leonas siempre prefieren a los machos de melena oscura a la hora de
aparearse (¡allá vamos tío Scar!). La teoría más aceptada entre los
estudiosos es que cuanto más sano y fuerte es el macho, más oscura es su
melena, y justamente lo que quieren las hembras es un compañero sano y
fuerte. Cuando la leona está receptiva, ella y su pareja buscan un lugar
tranquilo para concebir sus cachorros, y durante los cuatro o cinco días
siguientes no cazan ni comen, sólo se entregan a su pasión leonina
La gestación dura unos 100 días y las
camadas pueden ser de uno a cuatro cachorros, excepcionalmente cinco o
seis. Cuando se acerca el momento de dar a luz, la leona se aparta de la
manada y busca un lugar donde refugiarse. Los leoncitos nacen ciegos,
pesando alrededor de 900 grs., y una semana después abren sus ojos. La
madre los mantiene escondidos y permanece con ellos hasta que pueden
caminar, generalmente unas siete semanas, y luego los lleva a presentar al
resto de la familia.
La lactancia se prolonga por seis meses, pero a partir de los tres meses
los cachorros ya empiezan a comer carne. Las leonas amamantan no sólo a sus
propios hijos, sino también a sus sobrinos. De esta manera se fortalece
mejor el sistema inmunológico de los cachorros, pues cada leona le aporta
un tipo diferente de anticuerpos a través de su leche. Si una madre muere,
sus hijos son adoptados por otra hembra de la manada. Por lo general el
macho es un padre muy tolerante con las travesuras de sus pequeños, incluso
puede mostrarse cariñoso, pero cuando llegan a molestarlo los pone en su
lugar con unos buenos gruñidos.
Un gran porcentaje de leoncitos muere en sus primeros meses de vida a causa
del hambre y las enfermedades, pero principalmente por el ataque de los
demás predadores como los leopardos y las hienas, que no dudan en matarlos
si se les presenta la oportunidad. También pueden morir pisoteados por
búfalos o elefantes.
Las presas de los leones son principalmente ñúes, antílopes y gacelas, y
ocasionalmente búfalos. Pero en épocas de hambre pueden arriesgarse a cazar
crías de elefantes, hipopótamos o jirafas, aunque en estos casos lo más probable
es que no tengan éxito. Las leonas son las encargadas de la caza, pues son
más ágiles que los machos debido a su menor tamaño y peso. La única ayuda
que algunas veces prestan los machos en las cacerías es asustar a las
posibles presas haciéndolas huir hacia el lugar en donde están escondidas
las leonas. Cierta teoría afirma que el principal motivo por el que el león
no caza es que el enorme volumen de su melena le impide esconderse
totalmente entre el escaso herbazal de la sabana.
Una vez cobrada la presa surge lo que muchos califican de “machismo”: los
machos adultos se sirven en primer lugar, a pesar de no haber movido un
pelo durante la cacería. Antes de juzgarlos erróneamente habría que tener
en cuenta lo siguiente: en primer lugar; entre los animales no existe
machismo ni feminismo, pues ellos sólo saben que deben obedecer a sus
instintos si quieren sobrevivir, y en segundo lugar; existe una buenísima
razón para que el león adulto se lleve la mejor parte de la presa: él debe
ser sano y fuerte al máximo posible, pues de lo contrario su manada acabará
muy mal!
La misión que la naturaleza encarga al león adulto es la de proteger a su
multitudinaria familia contra sus enemigos. Debe defender incansablemente
el territorio demarcando los límites y expulsando a zarpazos a cuanto
vagabundo se atreva a cruzar la frontera, pero al mismo tiempo debe tratar
de evitar los enfrentamientos con sus rivales para no quedar mortalmente
herido, valiéndose únicamente de su tamaño e imponencia. Debe atender que
las numerosas hienas no vengan a robar la presa cuando a las leonas y
cachorros les llega (al fin!) el turno de comer. Debe velar por la
seguridad de sus vástagos hasta que cumplan dos años de edad y puedan
defenderse solos. ¿Y cómo conseguirá todo esto? Pues únicamente siendo bien
sano y corpulento a base de comer mucho! Que lo digan las propias leonas!
¿O acaso es por nada que ellas prefieren aparearse con el más fuerte?.
Al cumplir los tres años de edad, los jóvenes machos abandonan su familia y
pasan a llevar una vida de vagabundos hasta que logran conquistarse una
manada propia. Esto puede tardar dos o más años. Durante ese tiempo
cooperan entre ellos cazando algunas presas o buscando carroña. En caso de
tratarse de un solo macho, probablemente intentará aliarse con otro de su
misma categoría para tener más oportunidades de derrotar al líder de un
territorio. Las batallas entre los machos pueden ser tan simples como
fatales: a veces sólo basta erizar la melena y rugir a todo pulmón para
asustar al rival y ponerlo a correr, pero otras veces la lucha cuerpo a
cuerpo acaba con la vida de uno de los contrincantes. Una vez que logran
conquistar una manada, el instinto les dice que deben procrear lo más
rápido posible para que sus hijos tengan más chance de llegar sanos y
salvos a la adolescencia. Para ello deben eliminar a todos los cachorros
lactantes que haya en la manada. Obviamente esto es un golpe muy duro para
las madres, pero también hay una buena razón para ello: unos días después
de perder a sus cachorros, las leonas están de nuevo listas para concebir.
Y cuanto más pronto tengan hijos de los nuevos machos, más chance tendrán
los cachorros de sobrevivir hasta la adolescencia, pues el reinado de los
leones sólo dura dos o tres años en el mejor de los casos… No hay dudas de
que la naturaleza lo tiene todo
calculado.
A pesar de lo que se cree, por lo general el león NO es peligroso para el
ser humano. Lo afirman las propias personas que viven cerca de sus
hábitats. Si no se sienten amenazados, simplemente observan un rato a los
humanos y luego se alejan. Y en las zonas turísticas están tan
acostumbrados a la presencia del hombre que lo ignoran casi por completo.
Los individuos verdaderamente peligrosos son aquellos viejos machos
solitarios que tal vez nunca consiguieron un territorio propio o
sobrevivieron al ser expulsados del suyo, pues una vez que ya no tengan
fuerzas para pelear por un pedazo de carroña se acercarán a las zonas
pobladas en busca de comida fácil, y muy pronto notarán que los humanos son
las presas más fáciles que existen… También son bastante peligrosas las
leonas con cachorros.
Desde tiempos muy lejanos el león es considerado el rey de los animales, y
nadie sabe a ciencia cierta el motivo. Algunos dicen que es por la melena
del macho, que le sirve a modo de “corona”, otros dicen que es por su
mirada indiferente, que parece no importarse con lo que sucede a su
alrededor y no temer a nada. Lo más probable también es que se deba al
hecho de que tiene bastante presencia en la historia religiosa, pues uno de
los títulos de Jesucristo es “El León de Judá”. Además, la Biblia lo nombra nada menos que 154
veces.!
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