Hay tres especies de cebras, que contienen un total de nueve subespecies, una de ellas, el quagga, extinta.
Subgénero Dolichohippus
Cebra de Grevy
La cebra de Grevy(Equus grevyi) es la especie más grande de todas, con una medida de entre 2,5 y 2,75 metros de longitud y 1,45-1,6 metros de alto a la espalda. Pesa entre 350 y 440 kg. Otras diferencias de esta especie respecto a las otras son sus orejas grandes y el hecho de que sus rayas sean más estrechas. También se trata de la especie que puede resistir más tiempo sin beber agua.Subgénero Hippotigris
Cebra común
La cebra común (Equus quagga) es la especie más numerosa y extensa geográficamente. También es la que tiene más subespecies diferentes. Mide unos 2,5 metros de longitud y 1,5 metros de alto a la espalda, con un peso de 385 kg. Tiene una gran importancia dentro el ámbito del turismo en algunos de los países en los que habita, pues es uno de los animales africanos más famosos. Las poblaciones septentrionales tienen las rayas más bien definidas que las meridionales.Subespecies
- Quagga (E. q. quagga)
- Cebra de Burchell (E. q. burchellii)
- Cebra de Grant (E. q. boehmi)
- Cebra de Selous (E. q. borensis)
- Cebra de Chapman (E. q. chapmani)
- Cebra de Crawshay (E. q. crawshayi)
Cebra de montaña
La cebra de montaña (Equus zebra) es una especie que vive en grupos pequeños y que, a diferencia de la cebra común, no se agrupa en manadas. Mide unos 2,2 metros de longitud y 1-1,4 metros de altura a la espalda. Su peso es de entre 240 y 370 kg. Tiene dos subespecies, una de las cuales, E. z. cebra presenta dimorfismo sexual, pues las hembras son más grandes que los machos. Vive en áridas zonas montañosas.Subespecies
- Cebra de montaña del Cabo (E. z. zebra)
- Cebra de montaña de Hartmann (E. z. hartmannae)
Difusión
Originalmente, las cebras se extendían por cualquier parte de África. Aun así, se extinguieron del norte del continente en tiempos antiguos.En la actualidad, la cebra con la difusión más amplia es la cebra común. Viven desde las zonas de transición entre la sabana y el desierto del sur de Sudán y de Etiopía, pasando por la sabana de África oriental, hasta el sur y el suroeste del continente.
Los hábitats de la cebra de Grevy son las tierras secas de arbustos y de hierba del este de África, en Kenia, Etiopía y Somalia.
La cebra de montaña tiene una difusión mucho más reducida que las otras dos especies. Vive en altiplanos montañosos de Namibia y Sudáfrica, a altitudes de hasta 2.000 m.
Salud
Predadores y otras amenazas
Las armas y las técnicas de caza primitivas utilizadas tradicionalmente en África no eran lo bastante eficientes como para afectar de manera significativa a las poblaciones de cebras. Los nativos africanos las cazaban no sólo por su piel, sino también por su carne. Aun así, la situación cambió con la llegada de los colonizadores europeos y sus armas de fuego.
Los humanos modernos han tenido un gran impacto sobre las poblaciones de cebras desde el siglo XIX. Las cebras son cazadas principalmente por su piel. El quagga o cuaga, una subespecie de la cebra común, se extinguió antes de acabar el siglo XIX, mientras que la cebra de montaña del Cabo fue cazada casi hasta la extinción (en la década del 1930 ya quedaban menos de cien ejemplares). Desde entonces, la población ha crecido hasta aproximadamente setecientos individuos, gracias al esfuerzo para conservar la subespecie.
Acualmente, ambas subespecies de la cebra de montaña están protegidas en parques nacionales, pero todavía se encuentran en peligro.
La cebra de Grevy también está en peligro. La caza y la competición por parte del ganado han reducido drásticamente la población. Debido al reducido tamaño de la población, los peligros ambientales, como por ejemplo las sequías, fácilmente pueden afectar a la especie entera.
Las cebras comunes son mucho más numerosas y tienen una población sana. Aun así, esta especie también está amenazada por la caza y la modificación de los hábitats provocada por la agricultura.
Durante mucho tiempo se creyó que el primer antepasado directo de los équidos actuales era Hyracotherium, un pequeño perisodáctilo del Eoceno inferior y medio de América del Norte y Eurasia, pero actualmente se le ha clasficado dentro la familia de los paleotéridos, antepasados tanto de los équidos como de los brontoterios. Tenía un tamaño similar al de los zorros (250-450 mm de alto), con una cabeza y un cuello relativamente cortos y una espalda arqueada. Tenía cuarenta y cuatro dientes, con una fórmula dental típica de un mamífero que se alimenta desmochando las ramas o la parte superior de la hierba: tres incisivos, un canino, cuatro premolares y tres molares en cada lado del maxilar. Utilizaba sus muelas para moler las hojas blandas y los frutos de los que se alimentaba.
En respuesta al cambio del ambiente, los équidos también cambiaron y desarrollaron dientes más robustos, aumentaron el tamaño de su cuerpo y el de sus patas, convirtiéndose en animales más rápidos.
El género norteamericano Mesohippus caminaba sobre tres dedos en cada pata; todavía conservaba el primer y el quinto dedo, pero no los usaba para andar.
El tercer dedo era más fuerte y pesado que los otros. Sus patas largas y esbeltas permiten deducir que era un animal ágil y rápido. Una de las innovaciones de Mesohippus era que tenía seis dientes posteriores, una característica que conservarían todos los équidos posteriores.
En el Mioceno tuvo lugar la transición de las formas primitivas de équidos a las formas modernas. Animales como por ejemplo Parahippus, Merychippus o Hipparion continuaron la evolución hacia unas patas tridáctiles. Los équidos habían continuado aumentando de tamaño y ya tenían unas dimensiones parecidas a las de un poni. Esta tendencia se completó con Pliohippus, morfológicamente muy similar a los Equus de hoy en día y que durante mucho tiempo fue considerado el antepasado directo. Se trataba de un veloz animal de estepas.
Plesippus era un équido del tamaño de un caballo árabe originario del oeste de Norteamérica. Aparte de ser el antepasado prehistórico más cercano de los équidos actuales, este caballo del Plioceno destaca porque fue el que emprendió la expansión de América del Norte a Eurasia hace dos millones y medio de años. Esta migración sería finalmente la salvación de los équidos, pues todos los caballos americanos se extinguieron hace aproximadamente 11.000 años junto con otros muchos grandes mamíferos. Las causas de esta extinción siguen siendo un tema de debate, sobre todo porque desaparecieron de manera muy repentina animales que habían sobrevivido durante millones de años. Entre las posibilidades más citadas destacan el cambio climático, una pandemia, o la caza por parte de los humanos, posiblemente acabados de llegar.
Investigaciones recientes por un grupo de genetistas encabezado por Carles Vilà indican que las cebras se separaron del linaje de los asnos (sus parientes más cercanos) en la segunda mitad del Plioceno.
La evidencia del registro fósil permite determinar el momento en que se produjo esta separación de linajes con una mayor precisión. El hecho de que sólo se hayan encontrado fósiles de cebras en el continente africano implica que se produjo después de la llegada de los équidos norteamericanos a Eurasia y África, es decir, no hace más de 2,6 millones de años. El fósil más antiguo clasificado con certeza como perteneciente a una cebra es un fósil de cebra de Grevy descubierto en Turkana (Kenia).
Intentos de domesticación
Por este motivo, se prefieren a los cebroides(cruces entre cualquier especie de cebra y un caballo, poni, asno o burro) a las
El cuarto emperador mogol Jahangir (r. 1605-1627) encargó una pintura sobre cebras. En esta pintura, realizada por Ustad Mansur, la cebra se representa con estribos.
En Inglaterra, el coleccionista de animales Lord Rothschild utilizaba a menudo cebras para mover su carruaje. En 1907,
Rosendo Ribeiro, el primer médico de Nairobi (Kenia), utilizaba una cebra de montura para las visitas a domicilio.
A mediados de la década del 1800, el Gobernador George Grey importó cebras a Nueva Zelanda de su antigua jurisdicción de Sudáfrica, y las utilizó para mover su carruaje a su isla privada, la Isla de Kawau.
El Capitán Horace Hayes, en "Points of the Horse" (aprox. 1899), comparó la utilidad de las diferentes especies de cebra. Hayes puso una silla y una brida a una cebra de montaña en menos de una hora, pero no consiguió alimentarla los dos días que la tuvo.
Remarcó que el cuello de la cebra era tan rígido y fuerte que no fue capaz de torcerlo en ninguna dirección. A pesar de que le enseñó a hacer lo que quería en una pista de circo, cuando la sacaba fuera era incapaz de controlarla.
Encontró la cebra común fácil de domar y la consideró ideal para domesticarla, pues también es inmune a la picadura de la mosca tsé-tsé.
Consideraba al quagga fácil de domesticar porque era más fuerte, manso y parecido a los caballos que las otras cebras.
En el capítulo "9. Cebras y matrimonios infelices" de su libro "Armas, gérmenes y acero", J. Diamond hace también referencia a la dificultad de domesticación de las cebras:
"Cualquier especie de mamífero que sea suficientemete grande es capaz de matar a un ser humano. Sin embargo, algunos grandes animales tienen disposiciones mucho más desagradables y son más incurablemente peligrosos que otros. [...]
Las cuatro especies de cebra de África son peores aún. Los intentos de domesticación llegaron al extremo de engancharlas a carros: fueron probadas como animales de tiro en Sudáfrica en el siglo XIX, el excéntrico lord Water Rothschild desfiló por las calles de Londres en un carruaje tirado por cebras.
Lamentablemente, las cebras se vuelven terriblemente peligrosas a medida que envejecen. [...] La cebra tiene el desagradable hábito de morder a una persona y no soltarla.
En EEUU, las cebras hieren a más cuidadores de zoológicos cada año que los propios tigres. Las cebras también resultan prácticamente imposibles de enlazar con una cuerda -incluso para vaqueros que ganan campeonatos de rodeos capturando con sus lazos a caballos, debido a su habilidad a toda prueba para observar el extremo de la cuerda volando hacia ellas para, a continuación, agachar la cabeza y esquivarla.
De ahí que rara vez (acaso ninguna) haya sido posible ensillar o montar una cebra, por lo que el entusiasmo de los sudafricanos por su domesticación desapareció"
Bibliografía:
- Turner, A. & Antón, M. (2004). Evolving Eden: An Illustrated Guide to the Evolution of the African Large Mammal Fauna. Columbia University Press. ISBN 978-0-231-11944-3.
- Stuart, T. & Stuart, C. (2007). Field Guide to Larger Mammals of Africa (Field Guide). Struik Publisher. ISBN 978-1-77007-393-7.
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