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domingo, 9 de septiembre de 2012

LOS CONTINUADORES......Reportaje

PRIMERA PARTE,

Los hijos de la «selva»

Se han visto acorralados por una manada de leones, mordidos por cocodrilos, corridos por elefantes… Pero esas criaturas, para otros, salvajes, son parte de la existencia de los especialistas del Zoológico Nacional de Cuba
Estaba en un pasillo de 1,50 metros y con unos 15 leones que lo acorralaban. Para salvarse se le ocurrió entrar a otra jaula donde había otros diez, y de ahí trepar una cerca de aproximadamente ocho metros de altura… Jamás había sido tan ágil.
Todo fue muy rápido, cuenta ahora aliviado Ángel Cordero Sánchez, aunque entonces solo pudo pensar en que se lo iban a comer.
Tras una historia semejante, asombra que Pachi, como le apodan cariñosamente, afirme que es en el foso de los leones donde se siente mejor, después de pasar por todas las áreas del Parque Zoológico Nacional. «Es que me encanta el peligro», asegura con una sonrisa auténtica.
Este hombre es testigo especial de esa «sinfonía» sui géneris que espanta cada mañana la aurora a más de diez kilómetros del centro de La Habana. Los gemidos, aullidos, bramidos, chillidos, graznidos, silbidos, maullidos..., se han vuelto tan familiares en estos 30 años allí, que ya no concibe su existencia sin esa peculiar «melodía».
Nadie puede hacerle un cuento a este técnico veterinario del extenso jardín, ubicado en Calabazar, Boyeros, abierto al público en 1984, y distribuido en cuatro hectáreas.
Casi una vida en el mismo lugar, adonde llegó en 1983, cuando incluso se estaba construyendo el parque, le valió la designación de especialista principal, una de las razones por la cual en su casa no dejan de repetirle que se cuide cuando sale camino al Zoológico. «Sinceramente no les gusta que esté aquí, porque saben que me estoy exponiendo. Pero ya se van adaptando», dice como si ya no hubiesen transcurrido tres décadas. «Mi esposa me conoció trabajando en el parque, y la adoro, mas no puedo abandonar a mis fieras».
En el foso se exhibe una horda de leones en aparente libertad: crías, juveniles y adultos, que, por supuesto, también se reproducen. «Los mantenemos agresivos, no nos complace que estén mansos, porque es más fácil lidiar con ellos así, que cuando son criados artificialmente», explica, y enfatiza que no tienen contacto directo con los animales, sino que los alimentan, cuidan, manejan..., a través de rejas y combinaciones. «Todo lo que pueda ocurrir responde a negligencias de otros compañeros, que pueden poner en riesgo al equipo de cinco especialistas».
Entre sus mayores satisfacciones está la manera como se reproducen en cautiverio. «Desde que entró el primer grupo hasta hoy han nacido aproximadamente 500 individuos, algunos de los cuales se han distribuido por los otros parques del país, fundamentalmente. El resto integra la manada, y como es natural, los más jóvenes empiezan a sustituir a los más viejos. En ocasiones hemos podido intervenir y hasta salvarlos; en otras los han sacrificado. Es normal que ocurra.
«Ahora el rey es Carlitos —dice con orgullo— un león de ocho años de edad, muy fuerte, nacido aquí. Ciertamente nosotros disfrutamos eso: vemos cuando montan, cuando la madre pare, cuando la cría va creciendo, cuando se va imponiendo y dominando, todo lo seguimos. Y Carlitos desplazó al Huevo... Sí, es que los nombramos a veces a partir de los apodos de los mismos trabajadores, o por gestos que ellos hacen.
«También nos alegra Mariana, una leona que si no es la que más ha parido, está entre ellas. En su primer parto nos dio nueve cachorros vivos; y en el segundo seis, cuando por lo general dan a luz dos o tres. Raras veces cuatro. Es muy dominante, muy fuerte y quiere mucho a sus hijos»,
Se aprecia  el desarrollo que va adquiriendo nuevamente el parque, porque se deterioró mucho. Los resultados ya son palpables en la alimentación de los animales, en la atención al trabajador. Viene una donación que ahora hay que cuidar y mantener. Los cinco técnicos le agradecemos al Zoológico por confiar en nosotros, al darnos en custodia 42 fieras».

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