El manejo de la fauna salvaje implica varios riesgos para los
especialistas. Mamíferos de gran porte, felinos, reptiles y muchos más
deben permanecer sedados antes de trabajar con ellos, ya sea en
intervenciones quirúrgicas, exámenes de salud, transportaciones u otras
circunstancias.
La técnica de disparar dardos con tranquilizantes a los animales ha sido aplicada, por años, en varias regiones del mundo, pero no ha sido hasta ahora que en Cuba se ha utilizado con éxito en el caso específico de los hipopótamos (Hippopotamus amphibius).
En días recientes, los pedidos de nuevos ejemplares de la especie por algunos centros provinciales, sumado a las complicaciones de territorialidad dentro de esa población en la Pradera africana ubicada en el Parque Zoológico Nacional de Boyeros, posibilitaron la aplicación de la referida técnica.
Granma tuvo acceso a la cuarta captura, esta vez un ejemplar juvenil. Hoy, compartimos las vivencias del equipo de trabajo que intervino en el proceso durante los minutos transcurridos desde la sedación del animal hasta su despertar.
CORRE EL RELOJ
Son las 4:00 p.m., y en la Pradera africana muchas de las especies se resguardan bajo los árboles huyendo del sol caribeño. Solo cebras, búfalos y jirafas vagan indiferentes.
El ejemplar seleccionado para emprender viaje rumbo al Zoológico de Santiago de Cuba ha sido separado del resto en un cuadrante cercado, mas junto a él permaneció una hembra adulta y su cría de pocos días de nacida. El proceso comienza a complicarse para los especialistas, necesitan dejar solo al juvenil y de esa forma evitar la agresividad de la madre que intenta proteger al “bebé” de los intrusos.
Justo a las 4:52 p.m. uno de los técnicos veterinarios dispara el dardo con el sedante (compuesto por tres tipos de anestésicos y tranquilizantes) que impacta en el cuello. Comienza la carrera contra el tiempo, pues pocos minutos después, cuando el medicamento haga efecto el animal caerá dormido, pero antes deben asegurarse que no haya “moros en la costa” y que el sitio donde caiga sea factible para el manejo con la grúa.
A las 5:02 el efecto del tranquilizante tumba al mamífero de tres años y unos 1 400 kg de peso, el cual dormirá entre 30 minutos y una hora (pasado ese tiempo hay que aplicarle otro medicamento para despertarle). El personal de apoyo logra espantar a la hembra y su cría pero surge otro inconveniente. El sedante derribó al “hipo” en el sitio más húmedo y apartado, hasta allí no podrán llegar los vehículos. Se buscan soluciones urgentes, mientras biólogos, veterinarios y técnicos se arremolinan en torno al animal para prepararle.
Las extracciones de sangre para posteriores pruebas en el laboratorio comienzan a realizarse a las 5:11 de la tarde. Mediante exámenes de hematología y bioquímica analizaremos su estado de salud, comenta la bióloga Yamilet Rodríguez Carrillo. “Ahora le cubrimos la vista con un saco para evitar que le entren impurezas y la resecación de los ojos”.
Un vistazo a las numerosas cicatrices y heridas en la piel es suficiente para determinar el rigor de la vida de un macho desplazado en la manada de hipopótamos del Zoológico Nacional.
Allí, en condiciones de semilibertad, el proceso de selección natural se muestra con igual severidad que en vida libre, explica el médico veterinario Hiram Fernández Castellanos, al frente de la operación. “La ley la dictan la hembra dominante y el macho alfa de la manada (compuesta por alrededor de 14 animales, entre crías, juveniles y adultos de ambos sexos) y es este el único con derecho a montar todas las hembras. Luego del parto, las madres intentan colocar a sus crías en el grupo, algo que puede resultar fatal si la hembra o el macho dominante ven en ello un peligro para su liderazgo. Muchas veces los “bebés” terminan muriendo ante el ataque de la supremacía”.
A partir de las 5:15 hidratan al animal, curan algunas de sus heridas y comienzan a colocarle, por debajo, extensas tiras de sacos de yute, para “envolverle” y protegerle en la maniobra de colocación en el guacal.
QUEDAN 30 MINUTOS
Ha pasado media hora desde que el hipopótamo fuese impactado por el sedante. Mientras el personal de apoyo trabaja con rapidez en los amarres y enganches Hiram Fernández mira su reloj con preocupación y exclama: ¡Nos quedan 30 minutos!
La humedad e irregularidad del terreno impiden que los vehículos se acerquen lo suficiente. Entre ellos y el animal queda una distancia incómoda. Para que el animal no resulte lesionado durante el manejo los especialistas ponen especial énfasis en el cuidado de la colocación de las sogas y los nudos cerrados con las tiras de saco.
Estos animales en cautiverio pueden vivir entre 25 y 30 años, pero en su hábitat natural esa cifra disminuye, acota el médico veterinario.
Ya a las 5:37 el ejemplar dormido es transportado por el aire hasta el guacal. Despacio y de manera cuidadosa, como quien no quiere despertar el conocido “mal carácter” de los hipopótamos, el personal de apoyo lo acuesta en la estrecha estructura.
Ahora comenzará el proceso para despertarle con un medicamento que anulará el efecto de sedación, dice la bióloga Yamilet Rodríguez. “Los pinchazos de los antagonistas (como se le denomina al fármaco) deben realizarse debajo de la lengua”. Pero algo no sale según lo previsto y finalmente deben ponerle la inyección intramuscular a las 5:50; de esta forma tomará algunos minutos más en reanimarse.
Superada esta fase levantan el recinto metálico hasta colocarlo provisionalmente en una carreta, para luego llevarlo hasta el camión que viajará a Santiago. No es hasta las 6:08 de la tarde que el médico veterinario, que durante todo el proceso no le perdió de vista y ahora le vigila encaramado a horcajadas encima de la estructura, agita los brazos en señal de triunfo y comprueba la hora. El joven hipopótamo se ha levantado.
La técnica de disparar dardos con tranquilizantes a los animales ha sido aplicada, por años, en varias regiones del mundo, pero no ha sido hasta ahora que en Cuba se ha utilizado con éxito en el caso específico de los hipopótamos (Hippopotamus amphibius).
En días recientes, los pedidos de nuevos ejemplares de la especie por algunos centros provinciales, sumado a las complicaciones de territorialidad dentro de esa población en la Pradera africana ubicada en el Parque Zoológico Nacional de Boyeros, posibilitaron la aplicación de la referida técnica.
Granma tuvo acceso a la cuarta captura, esta vez un ejemplar juvenil. Hoy, compartimos las vivencias del equipo de trabajo que intervino en el proceso durante los minutos transcurridos desde la sedación del animal hasta su despertar.
CORRE EL RELOJ
Son las 4:00 p.m., y en la Pradera africana muchas de las especies se resguardan bajo los árboles huyendo del sol caribeño. Solo cebras, búfalos y jirafas vagan indiferentes.
El ejemplar seleccionado para emprender viaje rumbo al Zoológico de Santiago de Cuba ha sido separado del resto en un cuadrante cercado, mas junto a él permaneció una hembra adulta y su cría de pocos días de nacida. El proceso comienza a complicarse para los especialistas, necesitan dejar solo al juvenil y de esa forma evitar la agresividad de la madre que intenta proteger al “bebé” de los intrusos.
Justo a las 4:52 p.m. uno de los técnicos veterinarios dispara el dardo con el sedante (compuesto por tres tipos de anestésicos y tranquilizantes) que impacta en el cuello. Comienza la carrera contra el tiempo, pues pocos minutos después, cuando el medicamento haga efecto el animal caerá dormido, pero antes deben asegurarse que no haya “moros en la costa” y que el sitio donde caiga sea factible para el manejo con la grúa.
A las 5:02 el efecto del tranquilizante tumba al mamífero de tres años y unos 1 400 kg de peso, el cual dormirá entre 30 minutos y una hora (pasado ese tiempo hay que aplicarle otro medicamento para despertarle). El personal de apoyo logra espantar a la hembra y su cría pero surge otro inconveniente. El sedante derribó al “hipo” en el sitio más húmedo y apartado, hasta allí no podrán llegar los vehículos. Se buscan soluciones urgentes, mientras biólogos, veterinarios y técnicos se arremolinan en torno al animal para prepararle.
Las extracciones de sangre para posteriores pruebas en el laboratorio comienzan a realizarse a las 5:11 de la tarde. Mediante exámenes de hematología y bioquímica analizaremos su estado de salud, comenta la bióloga Yamilet Rodríguez Carrillo. “Ahora le cubrimos la vista con un saco para evitar que le entren impurezas y la resecación de los ojos”.
Un vistazo a las numerosas cicatrices y heridas en la piel es suficiente para determinar el rigor de la vida de un macho desplazado en la manada de hipopótamos del Zoológico Nacional.
Allí, en condiciones de semilibertad, el proceso de selección natural se muestra con igual severidad que en vida libre, explica el médico veterinario Hiram Fernández Castellanos, al frente de la operación. “La ley la dictan la hembra dominante y el macho alfa de la manada (compuesta por alrededor de 14 animales, entre crías, juveniles y adultos de ambos sexos) y es este el único con derecho a montar todas las hembras. Luego del parto, las madres intentan colocar a sus crías en el grupo, algo que puede resultar fatal si la hembra o el macho dominante ven en ello un peligro para su liderazgo. Muchas veces los “bebés” terminan muriendo ante el ataque de la supremacía”.
A partir de las 5:15 hidratan al animal, curan algunas de sus heridas y comienzan a colocarle, por debajo, extensas tiras de sacos de yute, para “envolverle” y protegerle en la maniobra de colocación en el guacal.
QUEDAN 30 MINUTOS
Ha pasado media hora desde que el hipopótamo fuese impactado por el sedante. Mientras el personal de apoyo trabaja con rapidez en los amarres y enganches Hiram Fernández mira su reloj con preocupación y exclama: ¡Nos quedan 30 minutos!
La humedad e irregularidad del terreno impiden que los vehículos se acerquen lo suficiente. Entre ellos y el animal queda una distancia incómoda. Para que el animal no resulte lesionado durante el manejo los especialistas ponen especial énfasis en el cuidado de la colocación de las sogas y los nudos cerrados con las tiras de saco.
Estos animales en cautiverio pueden vivir entre 25 y 30 años, pero en su hábitat natural esa cifra disminuye, acota el médico veterinario.
Ya a las 5:37 el ejemplar dormido es transportado por el aire hasta el guacal. Despacio y de manera cuidadosa, como quien no quiere despertar el conocido “mal carácter” de los hipopótamos, el personal de apoyo lo acuesta en la estrecha estructura.
Ahora comenzará el proceso para despertarle con un medicamento que anulará el efecto de sedación, dice la bióloga Yamilet Rodríguez. “Los pinchazos de los antagonistas (como se le denomina al fármaco) deben realizarse debajo de la lengua”. Pero algo no sale según lo previsto y finalmente deben ponerle la inyección intramuscular a las 5:50; de esta forma tomará algunos minutos más en reanimarse.
Superada esta fase levantan el recinto metálico hasta colocarlo provisionalmente en una carreta, para luego llevarlo hasta el camión que viajará a Santiago. No es hasta las 6:08 de la tarde que el médico veterinario, que durante todo el proceso no le perdió de vista y ahora le vigila encaramado a horcajadas encima de la estructura, agita los brazos en señal de triunfo y comprueba la hora. El joven hipopótamo se ha levantado.
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